El vagón era moderno, frío y
eficaz. El tren era rápido, silencioso y sin conductor. La mañana del domingo
era un momento difícil para ocupar la mente y el metro no daba muchas opciones.
Al fondo, junto al paso que conectaba con el otro vagón, había una mujer de
unos treinta y tantos leyendo una revista. Frente a ella, dos jóvenes se
entretenían mirando fotos en un móvil. Sobre las puertas, carteles con el nombre
de las paradas de la línea y avisos de seguridad. Más allá, en los otros
vagones, algún alma perdida en el horizonte negro que dibujaban las ventanillas
sobre el túnel.
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